Nicolás, de 9 años, está contento de poder levantarse más tarde, además ahora lo dejan ver más
pantallas, pero no entiende por qué no puede ir a jugar con sus amigos a la pelota… si nadie está
enfermo! Le da tanta rabia que sean injustos, aunque digan que él siempre es rabioso…
Andrés, de 30 años, entiende lo que pasa, y trata de seguir trabajando y estudiando. Es algo
ansioso, y ahora todo es tan difícil!…estar pobre!… no poder llegar y salir!, cree que es muy difícil
que a él le afecte la infección! Siente que pierde el tiempo, que pierde plata!, valdrá la pena?
Marina, tiene 45 años y tres hijos estudiando ahora desde la casa, todavía tiene que trabajar harto
para sostenerlos. Algo logra trabajar desde su casa y es difícil; no vende casi nada. Además tiene
que hacer todo sola. El marido tiene que ir a trabajar todos los días para que no lo echen, y a ella
le da miedo que se contagie. Y siempre ha sido miedosa! Demasiada preocupación que le cansa
más que salir a vender sus productos todos los días…

Angélica, ya no puede hacer las pocas cosas que la entretenían. Ya no puede hacer sus trámites, ir
a visitar a sus hijos, ver a los nietos y ayudar a cuidarlos para que sus papás descansen, o al menos
ir a comprar sus cositas. A los 79 años se siente vital, pero está asustada. No quiere morir todavía,
pero le cuesta mucho quedarse encerrada.

Todos los artículos que les he compartido antes (Ver en www.consultaenpsicoterapia.cl): “Qué
hacer para la ansiedad”, “Cómo llevar adelante nuestras relaciones interpersonales”, y “Cómo
programarnos para vivir la cuarentena”, parece que ya son muy insuficientes.

Pasan los días y se ve muy lejano el final de esta situación…

¿QUÉ PUEDE AYUDARNOS?

A.- Respirar tomando todo el aire que necesitamos en cada momento. Apoyarnos bien en el lugar
que estemos; bajar los hombros, bajar los codos, dejar caer el cuerpo apoyándonos en el suelo si
estamos de pié, en el asiento si estamos sentados, y dejar libre el tórax para respirar varias veces
profundo, soltando el aire de a poco. Si no tomamos suficiente aire, ahora que lo necesitamos
tanto, en cada momento todo nos parecerá más mal aún.

B.- Observar cómo, si respiramos lo suficiente, ya uno se siente un poco menos mal! La vida se
hace más tolerable para estar mejor para lo siguiente.

C.- Luego, podemos poner mucha atención a qué nos dice el cuerpo entero (no solo la cabeza); ver
qué SENTIMOS, qué sensación tenemos en el cuerpo: cansancio?, soledad?, preocupación?, pena?
rabia?

Si podemos notar qué es lo que sentimos y ponerle un nombre, es más probable que podamos
darnos cuenta de qué QUE NECESITAMOS HACER: descansar un ratito?, conversar con alguien
unos minutos? (aunque sea por fono, o por la reja con la vecina), hacer eso que tengo pendiente
de una vez?, planificar una solución para algo?. Tal vez necesito un espacio para llorar, para
rabiar, por qué no?

Es decir, se trata de que cada vez que me pongo mal en este tiempo, pongo toda mi atención en el
QUE ESTOY SINTIENDO Y NECESITANDO AHORA desde mi cuerpo. Y busco en mis sensaciones qué
me está haciendo falta “ahora”, en este mismo instante, para volver a sentirme bien enseguida, y
así seguir sin “aguantar” solamente.

D.- Buscar, entonces, alivio en el atenderme a mí misma, y procurar lo que necesito en este
momento. No “aguantar”. Aguantar es muchas veces tragarse las cosas enteras, con el cuerpo
tenso, y dejando de respirar libremente. Aguantar mucho nos puede llevar a una situación peor y
más difícil de tolerar.

E.- Y algo muy importante: atenderme a mi misma cuando me siento mal va a resultar siempre
mucho mejor si le puedo contar a otros lo que me pasa, compartirlo con otros que quieren
escucharme. Y los demás van a querer escucharme si yo los escucho a ellos también.