iris Zúñiga Pastrián / Psicologa Clínica
Lo menos que podríamos decir es que estos son tiempos extraños.
No poder salir con confianza a cualquier parte, no poder juntarnos con quien queramos y con cuantos queramos, no poder trabajar o estudiar en grupo con toda libertad, o circular por cualquier lugar…y además tener que ir con una tela cubriendo nuestra nariz y boca, sin olvidarnos que si tocamos cosas o respiramos cerca de otros podemos infectarnos del virus, es a lo menos una cosa extraña.
Es raro vivir así, sin la tranquilidad de antes, sin tener que andarnos fijando en cosas que antes nunca pensamos.
Peor aún si no podemos trabajar y falta el dinero, o si trabajar es peligroso y puede llevarnos al contagio.
Y no falta la noticia de algún conocido que ha fallecido por el Covid, que se ha contagiado, que lo ha pasado muy mal, o que sólo por suerte “lo tuvo suave” o, incluso que alguno de los nuestros ha partido por esta causa.
Es sin duda un tiempo extraño, que puede dar ansiedad, rabia, tristeza, muchas dudas, y miedo.
Este es un tiempo de crisis, en que lo que dábamos por descontado, obvio y normal, ya no está. Es decir, como que se quiebra el suelo donde siempre nos hemos apoyado y que nunca pensamos que se quebraría, porque era obvio que siempre iba a estar ahí.
Entonces es normal que este tiempo nos provoque desconcierto, que nos sintamos a veces muy perdidos de qué va a pasar, que nos sintamos mal, incómodos, mal genio, y mucho más.
Pero, si no podemos seguir muchas de nuestras costumbres y propios modos de estar bien ante esta pandemia, entonces una solución concreta es buscar con atención todo lo que aún permanece, lo que aún tenemos, para fortalecerlo y aumentarlo.
Podemos fortalecer nuestras relaciones con quien vivimos, con familiares y amistades que podemos contactar por teléfono o por otra red tecnológica. Podemos aumentar actividades que nos gustan y que podemos hacer en casa o desde la casa. Podemos hacer más acogedor y agradable el lugar donde vivimos ahora más tiempo.
Es decir, se trata de desarrollar y hacer agradable lo más que podamos, lo que nos queda, y así no suspender la vida porque no tenemos lo de antes.
Podemos conversar más y tolerar más la forma de ser de cada uno de la familia para hacer la convivencia más agradable, podemos comunicarnos con los que están más lejos todas las semanas para conversar cómo estamos, podemos visitarnos con unos pocos que se cuidan igual que nosotros, podemos idear formas de trabajar más seguras con ayuda de gente que está en parecidas condiciones, estudiar a distancia algo que nos hace bien, o simplemente descansar en nuestro lugar que ahora hemos adornado mejor, que hemos acomodado más…también podemos honrar a quienes se han ido, con ritos y ceremonias privadas, con certeza que igualmente son valiosas de compartir a distancia con los demás, a la espera de mejorar la situación para hacerla después todos juntos presencialmente.
Lo importante entonces es no suspender nuestra vida aguantando el aliento a que la pandemia pase, sino que respirar profundo cada vez que nos sintamos mal y acudir a la creatividad que cada uno tiene para inventar con lo que hay, y hacer de este tiempo un tiempo de auto fortalecimiento en nuevas formas de vivir, formas de vivir más auto cuidadosas de cada uno y del ambiente que necesitamos.