Este es un tiempo en que se expresa la soledad, tristeza, impotencia, cansancio, y hasta la ira destructiva y el desprecio por la vida de algunos, que muchos han ido acumulando por mucho tiempo sin encontrar soluciones. En la crisis misma nos desorientamos y podemos hasta desesperarnos, especialmente si perdemos apoyo material, que tanto ha costado, y mucho más si perdemos la salud y hasta la vida de un ser querido. Es un tiempo que puede ser de mucho dolor y desamparo, donde el apoyo de los demás que están, aunque sea sólo su presencia acogedora, es lo más importante.
Ahora se tratar juntos y permitirnos hablar de los dolores y de la incertidumbre de no saber qué va a pasar luego, respirar profundo unidos y escucharnos. Tener la seguridad de que sí estamos acompañados y entendiéndonos, eso es lo primero.
Este dolor puede empezar a calmarse, a pesar de su intensidad, si podemos aunque sea vislumbrar de a poco, que también estamos teniendo la oportunidad de recuperar nuestra capacidad de vivir en una sociedad más justa, más equitativa, donde la colaboración de cada uno, día a día, para producir esa justicia y mantenerla a través de organizaciones que funcionen, es fundamental.
Mantenernos atentos a colaborar en todo lo necesario para producir esta mayor participación en una vida más justa para todos, como compartir soluciones con la familia, con los vecinos, con los compañeros de trabajo, con las amistades, apoya las buenas ideas, y sobre todo confiar en que la voluntad positiva de cada uno es clave, y que cada uno necesita el apoyo de los otros a sus buenas intenciones, enriquece la posibilidad de que así sea.